Hace un año asumía como Jefe de Gobierno porteño el ex Presidente de Boca Mauricio Macri, con las promesas de renovar las formas en las que se gestiona, de tener equipos formados y capacitados para tal fin, de no contar con «políticos» sino con técnicos, de la posibilidad de crear un Estado eficiente para solucionar los problemas de los vecinos sin la mediación de burocracia, corrupción o ineficiencia.
La conflictiva relación con el Gobierno Nacional no condicionó la gestión local salvó en algunos puntos que tienen que ver con obras, lo cual es un punto a favor de Macri en un país donde las provincias se ven siempre con la obligación de obedecer al poder central porque sino se les complica mucho su subsistencia.
Como en la campaña que lo llevó a Macri a ocupar el mayor cargo público de la Ciudad, la comunicación es el eje fundamental de la gestión. Es así que los cuatro o cinco funcionarios encargados de aparecer en los medios de comunicación lo hacen con un discuros unificado y claramente estructurado, hasta en los mayores errores propios salen diciendo que es lo mejor que le podía pasar a la Ciudad, que se está trabajando novedosamente, y palabras similares.
En la Legislatura el Jefe de Gobierno no ha pasado mayores problemas, mucho tiene que ver en esto los diferentes acuerdos tejidos con los bloques del Frente para la Victoria y de la Coalición Cívica, ambos en muchos casos se visten de oposición pero en los temas más trascendentes no se los vió con una gran voluntad de ocupar ese rol.
Entre las problemáticas que interesan a los jóvenes claramente el conflicto con los estudiantes secundarios fue el mayor bache del Gobierno, el recorte indiscriminado de estos subsidios, producto del escaso conocimiento y menor estudio posterior del tema, llevó a la administración macrista a encontrarse con un gran conflicto que se extendió por varios meses por «sólo» $6.000.000, cifra insignificante en el presupuesto de más de $10.000 millones que tiene Buenos Aires.
Otro problema que se autogeneró el Gobierno Porteño es el conflicto que mantiene con los estudiantes de la Facultad de Medicina de la UBA. El Ministro Lemus firmó convenios con diferentes universidades privadas para que sus estudiantes cursen el los hospitales públicos de la Ciudad sus prácticas, acuerdo que significaría que muchos de los estudiantes de la UBA queden afuera de la experiencia que significa trabajar durante su cursada en un hospital.
En cuanto a los funcionarios, los Ministros más cuestionados son los de Educación y Salud, en parte por los conflictos señalados anteriormente. En el caso de Mariano Narodowski hay que sumarle los problemas edilicios a comienzo de año y el conflicto con los docentes, aún sin resolver. Jorge Lemus, aparte de la insólita disputa con la UBA, no parece tener respuesta a la crisis que atraviesan los hospitales porteños, donde faltan insumos, medicamentos y mantenimiento, a esto se sumo el mamarracho que está pasando en el Argerich, donde quiso echar al Director (Donato Spaccavento) pero la Justicia se lo impidió, luego quiso intervenir el hospital y la Justicia nuevamente falló en su contra.
La cara «humanista» de este proyecto y principal candidata en el 2009 Gabriela Michetti continúa siendo la funcionaria con mayor aceptación del Gobierno Porteño. Hasta cuando aparece en los medios justificando lo casi injustificable, el ciudadano medio le sigue creyendo.
En el Palacio Legislativo, Diego Santilli demuestra semana tras semana su gran cintura política. Él junto a Oscar Moscariello (Presidente del Bloque PRO) no han tenido mayores inconvenientes en aprobar las leyes fundamentales que se les solicitaron desde el ejecutivo. También es bueno el trabajo de Fernando de Andreis, que dió la cara en los conflictos educativos y salió airoso de esas situaciones.
Haciendo un balance, pasado el primer año de gestión Macri-Michetti se pueden observar algunas ideas (unas muy buenas y otras muy malas), pero todas atravesadas por la poca capacidad de llevarlas a buen puerto, ya sea por inexperiencia o por poca inteligencia, todas estas transmitidas al ciudadano desde un discurso llevado desde el sentido común que es entrador en un comienzo, pero que cuando va pasando el tiempo y las mejoras no se ven, resulta cada vez menos creíble.
