Por Charo M. Ramos

La serie británica Adolescence, estrenada en Netflix el 13 de marzo de 2025, irrumpió en el panorama televisivo con una fuerza inusitada, provocando tanto elogios como controversias. Creada por Stephen Graham y Jack Thorne, esta miniserie de cuatro episodios, filmada en un solo plano secuencia por episodio, no sólo se destaca por su audacia técnica, sino también por la profundidad y relevancia de los temas que aborda. Pero, sobre todo, por el desconcierto que muestran las y los adultos frente al mundo adolescente en el que se inserta el crimen que da inicio a la historia. Sobre las actuaciones y la cuestión técnica, hay un montón de notas que pueden googlear. Quiero detenerme en Lo Otro.
Un Mosaico de Temáticas Urgentes
Adolescence se adentra en un intrincado entramado de preocupaciones que resuenan profundamente en la sociedad contemporánea. Si bien está situada en el Reino Unido, es algo que puede pasar en cualquier lugar con conexión a internet y con adolescentes con acceso irrestricto a las pantallas. Uno de los ejes centrales es la radicalización en línea y la influencia de la «manosfera». La serie expone el impacto corrosivo de las redes sociales y los influencers misóginos en algunos adolescentes, mostrando la facilidad con la que un joven puede caer en un rabbit hole (o madriguera, como Alicia en el País de las Maravillas) de contenido dañino. La masculinidad tóxica es otro tema crucial, explorando la ira masculina moderna y cómo la sociedad enseña, aún hoy, a los chicos a reprimir sus emociones hasta que se quiebran. La responsabilidad parental también se examina, obligando a los padres de Jamie a confrontar lo que pudieron haber pasado por alto y su posible papel en las acciones de su hijo. Aunque al final, y perdón por el spoiler, se dan una palmadita en el hombro y se consuelan porque la otra hija les salió bien.
La serie evita deliberadamente el «quién lo hizo» o las respuestas fáciles, obligando a la audiencia a «sentarse con las consecuencias» y explorar «cómo pudo suceder algo así». Esta decisión narrativa subvierte el tropo típico del drama criminal, impulsando una reflexión más profunda e incómoda sobre la complicidad colectiva y los problemas sistémicos que fomentan tales tragedias.Y es cierto que lo hace, algunas cosas son más exploradas y otras menos, pero se quedan en el problemas, le dan vueltas al tema, intentan, aunque sea decodificar qué quieren decir los emojis. Porque gran parte del problema para investigar el crimen es que, al principio, piensan que los emojis no tienen significado, que son boludeces que se mandan los pibes. Y sí, claro, pero una cosa es que alguien pestañee fuerte porque le entró algo en el ojo y otra persona lo vea y otra cosa, muy distinta, es que alguien me guiñe un ojo a drede, así empieza el mundo de la semiología, estudiado como tal desde hace más de un siglo. Me rehúso a creer que un investigador de la policía británica no sabe que todo símbolo tiene un significado. Es como que las personas adultas de esta serie viven en un mundo pre simbólico. Después pueden subestimar lo que se dice un grupo de pibes en Instagram y decir algo así como que un acto de ese nivel de violencia no puede explicarse solamente porque una chica que le gusta le manda una serie de emojis que quieren decir que es un célibe involuntario y que nunca nadie lo va a desear. Que una provocación no es motivo suficiente para planificar y llevar a cabo un homicidio doloso, entre pares, con las relaciones de género como agravante en este caso, siendo la víctima una mujer adolescente.
Igual, no soy necia, reconozco que Adolescencia es una obra televisiva que va a marcar el momento histórico, que probablemente sea una referencia cultural para muchísimas personas ahora y cuando quieran comprender qué pasaba en los 2020 que tantos varones estaban matando a tantas mujeres a tan corta edad y en países con altísimos índices de desarrollo como es el Reino Unido.
Creo, también, que las conversaciones que se abren a partir de la serie son muy valiosas. Que uno de los grandes valores de la serie es mostrar que las personas encargadas de criar, educar, cuidar a los pibes no tiene ni idea. Que tenemos miles de preguntas para hacerles a los varones de 12, 13, 14, 15 años. ¿Por qué apuestan? ¿Por qué comparten fotos íntimas de sus compañeras? ¿Por qué piensan, sienten, actúan como lo hacen? Quizá Adolescencia sea una buena excusa para poner ciertas preguntas sobre la mesa, preguntas que tienen que responder los propios adolescentes porque son ellos los actores, y también toda la sociedad deberá hacer su autocrítica porque nadie nace de un repollo y menos aún nadie mata de un repollo.
