
Para nosotres, que crecimos con el eco de sus recitales y la épica de sus combates, el Luna Park es un capítulo vivo de nuestra historia. Un edificio que respira pasiones, un escenario donde la política y la cultura se funden en un abrazo eterno. Un emblema que hoy enfrenta rumores de demolición.
Imaginen, en 1932, Buenos Aires era un lienzo de contrastes, los ecos de la inmigración aún resonaban y las luchas obreras marcaban el pulso de una ciudad con bordes todavía difusos. Fue entonces cuando dos visionarios, José Lectoure e Ismael Pace, decidieron levantar este coliseo –todavía– a orillas del río, un templo no sólo para el boxeo, sino para el tango, el folklore y los grandes espectáculos.
Las paredes del Luna guardan secretos de hazañas deportivas, como las de «El Torito de Mataderos» y «El Intocable», pero también de noches mágicas con la voz de Gardel y la energía arrolladora de los Rolling Stones. Sus pasillos fueron testigos de bailes de carnaval, veladas de catch. El Luna no fue ajeno a los vaivenes del poder y abrió su escenario a la política. En sus entrañas, se pronunciaron discursos que encendieron multitudes y se tejieron alianzas que moldearon el destino del país. Perón y Evita, Balbín y Frondizi, el último discurso de Néstor todes elles encontraron en este escenario un púlpito para conectar con el pueblo.
Pero el Luna Park también es un tesoro arquitectónico, un símbolo de la audacia y la creatividad de una época. Su fachada, con líneas Art Déco, nos transporta a un tiempo de esplendor. Sus columnas, testigos de miles de eventos, guardan la memoria de cada aplauso, de cada lágrima, de cada emoción. En 2001, la Legislatura porteña declaró al Luna Park Sitio de Interés Cultural, reconociendo su valor histórico y su importancia para la identidad de la ciudad.
Sin embargo, su futuro se vio amenazado cuando el Arzobispado de Buenos Aires, propietario mayoritario del predio, anunció su intención de venderlo. De acuerdo con el DiarioAr, en enero de 2025, el Arzobispado de Buenos Aires otorgó la concesión del emblemático Luna Park a la empresa DF Entertainment por un período de 40 años. El acuerdo establece un pago inicial de un millón de dólares, sumado a un canon anual del mismo valor. El rumor es que se habría conseguido un permiso exprés para demolerlo. La empresa emitió un comunicado desmintiendo. Pero qué sería de esta ciudad sin los rumores que la recorren como los arroyos entubados, los subtes y ese cableado incesante que decora las vistas.
