El café La Paz, ese emblema de la avenida Corrientes, ya no existe. Aquel rincón en Corrientes y Montevideo, que por décadas fue refugio de intelectuales, escritores, periodistas y militantes, hoy es sólo un recuerdo. En sus mesas, jóvenes como los de la canción de Fito Páez vendían rosas y personajes icónicos como Borges, Piazzolla, Pizarnik, y Piglia compartían ideas entre ginebras y cafés. Durante setenta años, ese bar modesto ofreció un espacio físico, un techo que albergaba una atmósfera única, un lugar donde las conversaciones intelectuales surgían de manera espontánea y donde se tramaron algunos de los momentos más importantes de la vida cultural y política de la ciudad. Era una suerte de «universidad de café» que trascendía lo meramente etílico, con una sociabilidad que hoy parece extinta.

Les que lo frecuentaban sabían que, a cualquier hora, habría alguien con quien conversar. Podías ir a enterarte de algo, discutir la última edición de “El Escarabajo de Oro” o simplemente ser testigo de las historias que se contaban –y se inventaban, acotaría mi abuelo–, algunas de las cuales marcarían el rumbo del pensamiento argentino. La Paz no era sólo un bar; era un faro cultural cuya luz, inevitablemente, fue apagándose con los años.

Hoy, en esa esquina, ya no se discuten ideas ni se lanzan consignas revolucionarias. Se sirven platos de sushi, ese símbolo de una clase media aspiracional que almuerza en escritorios soñando con ir a Japón. Les clientes ahora dejan reseñas en plataformas digitales: «¡Muy buena la atención! ¡Volveremos!». El eco del pasado se desvanece entre likes y comentarios que reflejan una nueva forma de vincularse con los espacios que antes fueron templos del encuentro humano y la efervescencia de la polis que gritaba “¡Perón vuelve!”.

Hubo un breve resurgir de esa mística cuando en el primer piso del café se abrió La Paz Arriba, un centro cultural que intentó mantener vivo el espíritu del lugar. Sin embargo, cuando La Paz original cerró definitivamente en 2020, esa esperanza también se esfumó. La Paz Arriba se trasladó a una nueva esquina, en Callao y Santa Fe, un lugar con una vista espectacular pero con menos peso histórico. Aunque su programación cultural sigue activa, el alma de La Paz ya no balconea sobre las librerías y teatros de Corrientes.

La Paz ya no está, pero su historia vive en los recuerdos de quienes lo frecuentaron, en las anécdotas de una Buenos Aires que fue, y en esa nostalgia por un tiempo en el que las ideas fluían con la misma intensidad que el café.