Por Charo M. Ramos
Quiero aclarar que esto no es precisamente una queja, sino, un comentario crítico sobre el boom de las técnicas y herramientas para organizarnos y la fantasía que tenemos de que a más aplicaciones, cuadernos y coso vamos a alcanzar una productividad inaudita y, quizá, hacernos ricxs. Un poco surgida de la fantasía de ser tu propix jefx, otro poco de la realidad abrumadora del pluriempleo, otrx de la industria fomentada por las redes sociales, nos estamos volviendo unxs freaks que buscan orden y progreso, pero, ¿no caen en saco roto nuestros trackers de hábitos, nuestros journals?
En un mundo donde la sobrecarga de información y las exigencias laborales y personales parecen multiplicarse exponencialmente, la búsqueda de la organización perfecta se ha convertido en una obsesión para muchxs, entre quienes me incluyo. Esta tendencia fue dando lugar a un inverosímil mercado de aplicaciones, planners, journals, agendas y un sinfín de herramientas que prometen transformar el caos en orden y la procrastinación en eficiencia. Desde apps de gestión de tareas con estética gamer hasta cuadernos facny con sistemas de bullet journaling, la oferta es vasta y seductora y yo caigo en todas; no hay año en el que la preventa de agendas no me emocione en septiembre, aunque en diciembre la cambie por una más chica, más grande, más colorida, más siempre más. Pero, ¿hasta qué punto estas herramientas realmente nos hacen más productivxs, o simplemente alimentan una fantasía de control en un mundo inherentemente caótico?
Si a lo largo de este artículo me paso de la sociología a la psicología, me disculpan, no vayan a denunciarme por práctica ilegal de la profesión, les pido por favor que no me entra un drama más en la planificación de 2025.
La industria detrás de este fenómeno es inmensa. Compañías tecnológicas invierten fuertemente en el desarrollo de apps con interfaces intuitivas y algoritmos sofisticados que prometen optimizar nuestro tiempo y aumentar nuestra productividad. Paralelamente, un mercado editorial en auge -sí,vos sabés de qué marcas de Instagram hablo- se dedica a la creación de planners y journals con diseños atractivos y sistemas de organización supuestamente infalibles. Influencers y gurús de la productividad en redes sociales se encargan de promocionar estos productos, creando comunidades virtuales -a las que llaman tribus- donde se comparte la pasión por la organización y se idealiza un estilo de vida hiperproductivo. Este ecosistema genera millones de dólares al año, impulsado por la promesa de una vida más organizada y, por ende, más exitosa. Y, adivinen si las mujeres y feminidades somos el target principal o son los varones.
Sin embargo, la realidad no coincide con la fantasía. Si bien algunas de estas herramientas pueden ser útiles para ciertas personas en determinados contextos, la simple suscripción a una app -en dólares, encima- o un planner no garantiza la transformación mágica hacia la productividad. Muchas veces, la novedad inicial se desvanece, las apps quedan olvidadas en el teléfono, los planners acumulan polvo en un cajón, las microfibras se secan, los postits se quedan sin pegamento.
La verdadera organización requiere de un esfuerzo constante, disciplina y autoconocimiento, elementos que ninguna herramienta puede proporcionar por sí sola. En lugar de enfocarse en la herramienta perfecta, quizás la clave esté en desarrollar hábitos saludables y establecer prioridades claras, siempre en base a nuestros objetivos, deseos y, sobre todo, posibilidades. ¿Para qué vamos a comprar una agenda carísima para emprendedoras si trabajamos en un banco? Además, ¿en qué contribuyen las frases alentadoras y optimistas que cada día acompañan nuestra agenda? ¿Acaso enmarcan nuestra realización personal en un contexto en el que todos los meses tenemos que calcular cuánto podemos llegar a ganar y especulando el momento del mes en el que vamos a poder cancelar una parte del resumen de la tarjeta de crédito? Powered by mate dice uno de los stickers de mi agenda, y sí, tomo mate, mientras hago un tetris para ver a una amiga, un ratito antes de un velorio.
En definitiva, la tendencia a la organización como fantasía productiva revela una profunda necesidad de control y eficiencia en una sociedad cada vez más compleja. Si bien la industria de apps, planners y journals ofrece soluciones atractivas, es fundamental abordarlas con una mirada crítica y realista. No se trata de demonizar estas herramientas, sino de entender que son sólo eso: herramientas. Su efectividad depende en gran medida de nuestra propia disposición y capacidad para integrarlas de manera efectiva en nuestras vidas, sin caer en la trampa de creer que la simple posesión de un objeto nos convertirá automáticamente en personas organizadas y productivas. La verdadera productividad reside en la acción constante y consciente, no en la ilusión de un sistema perfecto.
Te -nos- dejo una pregunta para terminar: ¿Cuánta plata gastaste en 2024 en herramientas de organización?